"Als 9 anys vaig
aconseguir curar-me de la leucèmia. A partir d’aquí les coses van començar a
millorar (mirant-ho amb perspectiva, no sembla gaire difícil, no?) fins al dia
d’avui, que encara segueixen millorant. L’any que vaig acabar ESO vaig començar
a viatjar sol per primera vegada, encara que feia molt de temps ja en tenia
ganes. No sé ben bé quan va començar aquest desig de descobrir i d’explorar,
però sé que, quan tenia quatre anys i anava d’excursió amb els meus pares,
acostumava a desaparèixer als pocs minuts per a anar “a descobrir camins
secrets”.
I ara ja podem llegir
el seu segon llibre que es centra en Sud-Amèrica, Àfrica i Àsia: "Durant
aquests dos anys heu estat moltes les persones que m'heu preguntat si escriuria
un segon llibre. I sí, al final l'he fet! La veritat és que una vegada t'has
acostumat a compartir les experiències, es fa molt difícil deixar-ho de fer i
és que tantes aventures no poden quedar només en el meu record! A Sense
fronteres hi podreu llegir les mil i una aventures que he viscut per
Sud-amèrica, Àfrica i Japó. Ah! I també inclou relats que he escrit mentre
viatjava i, per suposat, un capitolet "Felicisme i infelicisme", que
posa al dia la meva filosofia. Espero que us agradi!"
Albert Casals: «Mi padre me enseñó la libertad para vivir viajando»
A Albert Casals se le
conoce por viajero. Por ser joven, muy joven, por conocer más de 80 países y
por haber hecho todos sus viajes en silla de ruedas, y además con poco dinero.
Por los dos libros que ha escrito, tal vez, por la película sobre su viaje a
Nueva Zelanda (Mon petit), y, desde hace unos días, por haber sido declarado
Viajero del Año por la Sociedad Geográfica Española. Muchos como él dicen que
viajar es una manera de entender la vida. Pero Albert es distinto, es al revés:
es su manera de entender la vida lo que lo lleva a viajar.
-Tengo entendido que le influyó su padre.
-En cierto modo, sí. Mi
padre fue quien me educó durante los cuatro años que pasé en un hospital, entre
los 5 y los 9 años. No me leía, porque yo leía por mí mismo, pero hablábamos de
todo. Su idea era que yo fuera lo más libre posible para pensar por mí mismo.
Mi padre me enseñó la libertad para hacer realidad el sueño de viajar, pero que
mi sueño fuera viajar, eso lo determinaron otras cosas.
-¿Qué cosas?
SEnDTintín, Las mil y
una noches, El señor de los anillos… Videojuegos como Final fantasy o Illusion
of time. Si algo debe ser citado como influyente en mi decisión de viajar son
los libros de fantasía y los videojuegos que tuve de niño.
-Se sobrepone a la dificultad de ir en silla de ruedas.
¿Nunca se lo pensó dos veces?
-Para nada. Desde
siempre he trepado árboles, escalado montañas… Mi discapacidad es afortunada
porque tengo equilibrio y fuerza de cintura para arriba, de modo que puedo
subir la silla escaleras arriba y abajo, arrastrarme, trepar… Nunca me planteé
que mi discapacidad me impidiera moverme por algún sitio, porque sencillamente
no puede. En la isla de Santorini, en mi primer viaje, con 15 años, subí 588
escalones por mí mismo. He viajado en la parte trasera de camiones, escalado
por grúas y andamios…
-Ese primer viaje, ¿a dónde fue?
-Aquí al lado: Francia,
Italia y Grecia. Un Interraíl de 30 días con 100 euros en el bolsillo. A los 30
días se me acabaron los 100 euros y caducó el Interraíl, pero no se me acabaron
las ganas de viajar. Me di cuenta de que debía cambiar de estrategia y aprendí
a hacer autostop, comencé a dormir en parques, en playas... y descubrí que no
necesitaba dinero para viajar. Ese momento, cuando comprendí que podía vivir el
resto de mi vida viajando y nunca necesitaría dinero para ello, fue uno de los
más felices de mi vida.
-¿Ha estado en peligro, ha pasado miedo?
-Bueno, ha habido
situaciones complicadas. Cuando me quedé atrapado en un castillo abandonado en
Escocia, en invierno, y casi me congelo, o cuando me desperté en una playa de
Tailandia con un huracán en época de monzones, o cuando me caí al agua en una
tormenta entre Colombia y Panamá, o cuando la picadura de un insecto me dio una
reacción alérgica en Indonesia. Los mayores sustos han sido esos, creo.
-¿Por qué viaja?
-Ah, la gran pregunta.
Pues porque viajar me permite liberarme de ideas y prejuicios. Porque, al ver
el mundo a través del prisma de otra cultura, consigues librarte en cierto modo
de la tuya. Al convivir con una tribu donde los niños tienen cinco madres y cinco
padres, al pasar una semana con indígenas que no conocen el dinero, al sentarte
en una mesa donde sería de mala educación no eructar después de comer, te vas
dando cuenta de que las ideas son relativas, y vas ganando el conocimiento
necesario para elegir por ti mismo cómo vivir. Esa es la verdadera razón por la
que viajo.
Alguna person que haya conocido viajando le ha conmovido
especialmente?
-Nueve de cada diez
veces no aprendo de una cultura como tal, sino de una persona en particular que
ya ha pensado por sí misma y ha encontrado sus propias soluciones a los dilemas
de la vida: son esas personas, por encima de todo, lo que justifica viajar.
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